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Introducción

Nos pasamos la vida pensando que la perfección es sinónimo de éxito.

Queremos ser parejas perfectas, madres y padres perfectos, amigos perfectos, tener un cuerpo y una piel perfectos y sí, también tener un empleo perfecto y ser perfectos en nuestra profesión. 

Pero… 

¿Por qué buscamos la perfección? ¿Por qué evitamos errar a toda costa? ¿Por qué atamos el éxito al hecho de no equivocarnos?

El artículo de hoy intenta dar respuesta a estas y otras preguntas desde la perspectiva de nuestro trabajo como profesionales de la lengua.

La perfección en nuestra profesión

La clase perfecta, la traducción perfecta, que no se nos pase ningún error, ninguna coma, ninguna tilde, el copy perfecto que venda mucho…

Todo eso: ¿Existe? 

Quizá nos han puesto la vara muy alta. 

En la facu, en las formaciones y en los talleres que tomamos a diario, nos han vendido que para hacer un buen trabajo necesitamos la perfección. 

Y lo hemos comprado. 

Entonces, ante la primera amenaza, ante el primer atisbo de que las cosas se pueden salir de lo planeado y no logremos esa perfección, un escalofrío recorre la espalda y de a poco empezamos a sentir miedo, desconfianza y autoexigencia. 

—¿Lo haré bien? ¿Cumpliré con las expectativas de mi cliente? 

—¿Por qué mis alumnos no interactúan? ¿Por qué están tan indiferentes? ¿Seré yo que no he preparado bien la clase?  ¿Y si se aburren conmigo?

— Con este copy… ¿Estaré respetando la voz de mi cliente? ¿Estaré tocando los puntos de dolor correctos? ¿Habrá una forma más puntual de decir esto? ¿Venderá?

¡Tranqui!

Estás siendo víctima del enemigo público número uno de todo lingüista: el perfeccionismo.

Es cuando tu mente te bombardea con todo lo que tiene: 

“¡Seguro que a Fulanito esto no le pasa!”

“¡Ya para esta altura no debería estar dudando!”

“¡Nadie me valora!” 

“¡No soy tan bueno/a como pensaba!” 

“¡Si me equivoco, nunca más me van a llamar!”

Y dudás, cambiás, modificás 10 mil veces las mismas cosas. 

No digo que no haya que revisar y procurar encontrar la manera más adecuada para realizar nuestras nuestras tareas con meticulosidad. Somos profesionales y como tales debemos hacer bien nuestro trabajo.

Solo digo que es mejor no obsesionarse con ser y hacer todo perfecto

Porque simplemente no se puede.

¿Por qué nos autoexigimos la perfección como lingüistas?

Pasa que los errores están muy mal vistos por la sociedad: equivocarse está penalizado. 

Entonces, asociamos la falta de errores con el éxito. Lo que hacemos y quienes somos solo tiene valor si carece de errores, es decir, solo nos fijamos en el resultado y por eso, odiamos fallar.

Sin embargo, las expectativas de la sociedad y, en consecuencia, las que nos imponemos, nos llegan de todos lados: de la TV, de internet, del cine, de nuestro entorno, del postureo de las redes sociales…

Pero, sobre todo, nos llegan de nuestro interior.

¿Quién no se ha roto alguna vez en pedacitos al recibir un «NO» o una crítica sobre su trabajo? ¿Qué docente no se ha preocupado cuando un alumno no alcanza en un examen?

¿Quién no se ha frustrado y castigado cuando las cosas no han salido como lo esperaba?

Es lógico. Somos seres humanos. 

Y, aunque lo hayamos olvidado, errar es una característica intrínseca de nuestra naturaleza. 

¿Alguna vez te has preguntado por qué erramos? O, mejor aún, ¿para qué erramos?

Kintsugi o el arte de abrazar lo imperfecto

La cultura japonesa nos ofrece una acertadísima metáfora a través de una de sus tradiciones: el kintsugi.

Literalmente, Kintsugi significa «unir con oro». 

Así, cuando una vasija se rompe, es tradición unir las piezas rotas con este metal.

En lugar de tirar los fragmentos de la vasija, de esconder el error, la fractura… se utiliza oro para unir esos fragmentos.

Se considera que, precisamente, el valor de la vasija reside en sus imperfecciones; son estas las que le dan un valor único y diferenciador. 

El oro dota a la vasija de una belleza, univocidad y fuerza indiscutibles. 

—”¿Cómo? ¿Marcar y hacer evidentes mis errores? ¿Mis fallas? ¿Mis debilidades? ¿Me estás diciendo que tengo que tirar piedras sobre mi propio tejado?»

Ni.

Lo que digo es que podés usar esas experiencias, en principio negativas, para mejorar tu situación. Por ejemplo: 

Las revisiones y correcciones pueden ser la base de un crecimiento increíble para tus próximas traducciones. 

Un examen desaprobado (de un alumno) puede enseñarte a abordar desde un lugar distinto la manera de enseñar y de cómo llegar a otros alumnos.  

Eso que sucede, que nos abruma y que nos quiebra puede ser oro puro para nuestra vida profesional. 

En lugar de caer en la queja y la frustración, analizá lo ocurrido, anotá y creá tu propia   «biblioteca de enseñanzas» para que la próxima vez que te enfrentes a un trabajo similar, lo puedas abordar desde otro lugar y tu labor como profesional vaya mejorando con cada experiencia.

Pero para ello, se necesita humildad

Se trata de aceptar que somos falibles, que cometemos y seguiremos cometiendo errores y que ellos forman parte de nuestro proceso de crecimiento, de lo que somos. 

No podemos negar las partes menos agradables de nuestra vida y quedarnos solo con las buenas; además de irreal es, hasta cierto punto, una postura infantil

Esta metáfora japonesa nos enseña a aceptar y abrazar nuestras imperfecciones, hacerlas visibles y realzarlas con oro. 

Porque  ellas nos hacen personas únicas. Nos aportan autenticidad y nos diferencian del resto. 

Por tanto…  

¿Que tal si en lugar de autoflagelarnos por los errores cometidos en el pasado, los analizamos, leemos entre líneas e intentamos descubrir qué enseñanza nos dan de cara al futuro?

¿Si en lugar de esconder esas experiencias, las aceptamos, las abrazamos y las exponemos como parte de nuestras fortalezas únicas? 

Al igual que en el kintsugi, no se trata de comenzar de cero, de hacer una nueva vasija, sino de RECONSTRUIR(nos) con esos trocitos de experiencias que podemos aprovechar y son inmensamente ricos en enseñanzas. 

Ahí reside la clave de nuestra mejora y evolución. 

Y eso hacemos en Letras Nómadas: un viaje al centro de nuestro ser, de nuestra esencia, para analizar lo que somos en su totalidad y aprovechar todo lo que, aparentemente negativo, nos puede aportar. 

Es oro puro.

Y a partir de ahí reconstruir una nueva realidad, diferente, más rica, más sabia, más alineada con lo que somos, con nuestros valores y visión del mundo; con nuestro propósito.

La (im)perfección nos acerca al éxito

Nuestras debilidades, errores o limitaciones pueden ser grandes aliados de nuestro crecimiento y avance si sabemos escuchar sus enseñanzas y actuar en consecuencia

Entonces:

¿Te molesta trabajar con clientes que solo pagan tarifas bajas, que no valoran tu trabajo y que creen que su prima con un B1 de inglés traduce o enseña mejor que vos?

¿Te seguís autocompadeciendo por todas las veces que te subestimaron o trataron mal en un puesto de trabajo?

¿Aún sentís rabia por las decenas de pruebas de traducción que realizaste gratis sin que ni siquiera te hayan respondido? ¿O por las veces que no te pagaron por las clases que diste? 

¿Todavía resuena en vos la voz de aquella profesora asegurándote que jamás podrías vivir de tu profesión?

¿O tal vez sentís que Google Translate, Open English o cualquier aplicación de Android amenaza tu trabajo?

Si es así, te invito a aplicar el Kintsugi y abraces tus experiencias negativas, tus debilidades, tus errores, tu imperfección como ser humano para, desde ahí, reconstruirte como profesional, hacerte más consciente de tu valor, de tus virtudes, crecer y así transformarte en un ser único. 

Porque nuestra profesión no necesita ser perfecta, sino fuerte, llena de experiencias que nos enseñen y hagan crecer. Necesita ser única.

Al final, los clientes no buscan que sus experiencias con nosotros sean perfectas, sino valiosas, únicas y distintas del resto.

Ahora contame: ¿Alguna vez pensaste en abrazar tus imperfecciones como parte de tu diferencial profesional?  


Sobre el autor de esta publicación

Hola, soy Mati Ortiz. Mi propósito es ayudar a profesionales de la lengua a mejorar su calidad laboral. ¿Por qué? Porque sé que nos merecemos trabajar con más tranquilidad, con clientes que nos valoren, mucho mejor pagos y con más tiempo libre de calidad.

Si querés saber cómo lograrlo, te invito a descargar la guía gratuita “7 pasos para descubrir una especialización que te guste (y que atraiga clientes)”.

podés pasar directo a la acción con mi servicio de mentoría 1 a 1 en donde pondremos todos estos conceptos en práctica.

Yo también estaba cansado y puse mi vida y mi profesión en acción. Aquí puedes saber cómo lo hice.